El 14 de
julio el pueblo de París respaldó en las calles a sus representantes y, ante el
temor de que las tropas reales los detuvieran, asaltaron la fortaleza de la
Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico, pero también punto estratégico
del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios
obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión,
matando a su gobernador, el Marqués Bernard de Launay. Si bien sólo cuatro
presos fueron liberados, la Bastilla se convirtió en un potente símbolo de todo
lo que resultaba despreciable en el Antiguo Régimen. Retornando al
Ayuntamiento, la multitud acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición,
quien recibió un balazo que lo mató. Su cabeza fue cortada y exhibida en la
ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en
una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la
Revolución.
La
Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos
de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a
otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema
conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer
Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de
Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien
la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía
constitucional durante 71 años después de que la Primera República cayera tras
el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó
el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la
burguesía, y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la
fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del
sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo
derrocó con un discurso capaz de volverlo ilegítimo.
Los
Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento.
Estos estaban separados a la hora de deliberar, y tenían sólo un voto por
estamento. La convocatoria de 1789 fue un motivo de preocupación para la
oposición, por cuanto existía la creencia de que no era otra cosa que un
intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su antojo. La
cuestión que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de soberanía
nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados
Generales representaba la voluntad de la nación.
Cuando
finalmente los Estados Generales de Francia se reunieron en Versalles el 5 de
mayo de 1789 y se originaron las disputas respecto al tema de las votaciones,
los miembros del Tercer Estado debieron verificar sus propias credenciales,
comenzando a hacerlo el 28 de mayo y finalizando el 17 de junio, cuando los
miembros del Tercer Estado se declararon como únicos integrantes de la Asamblea
Nacional: ésta no representaría a las clases pudientes sino al pueblo en sí. La
primera medida de la Asamblea fue votar la «Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano». Si bien invitaron a los miembros del Primer y Segundo
Estado a participar en esta asamblea, dejaron en claro sus intenciones de
proceder incluso sin esta participación.
Diana
Islas Acosta 2 "A"
Num. Lista #17
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